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Desigualdad

Cuando hablamos de desigualdad urbana, ¿a qué nos referimos? ¿Qué tipos hay? ¿Cómo se mide?

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Alude a la desproporción o asimetría entre las personas, las sociedades y los diversos grupos que las integran, en cuanto a condiciones y expectativas de vida económicas, sociales, legales y políticas; lo cual repercute en la diferenciación del ejercicio a plenitud de sus capacidades, aspiraciones, libertades y derechos. Apunta a denunciar la existencia de inequidad, discriminación, marginación, exclusión, opresión, vulnerabilidad, explotación e injusticia.

En general, la desigualdad económica —ingresos, recursos productivos, acervo de riqueza, poder adquisitivo, tipo de empleo, productividad— está vinculada con la desigualdad social —acceso a los satisfactores del bienestar y factores de género, étnicos y culturales—; y ambas, en el ámbito urbano, a la divergencia en las posibilidades de uso de los bienes y servicios urbanos de los diferentes grupos sociales a causa de su ubicación en el territorio y que, por consiguiente, determinan las disparidades espaciales en su calidad y expectativas de vida. Las tres dimensiones de la desigualdad se retroalimentan entre sí.

La desigualdad social en Ciudad de México tiene muchas caras, la diferencia en los ingresos es quizá la más notoria y discutida, seguida del acceso a la justicia, características que comparte con otras ciudades de países en vías de desarrollo. En el ámbito territorial hay dos factores que precarizan la vida de un porcentaje importante de habitantes: el acceso al agua y el tiempo de transporte. La inequidad en la distribución del agua se ve reflejada en las colonias donde abunda, no sólo para regar amplios jardines públicos y privados, sino que alcanza para lavar a diario flotillas de autos, patios y banquetas, mientras que en otras colonias el suministro es escaso y no alcanza para las necesidades más elementales. Esta diferencia no obedece a factores técnicos o económicos, sino simplemente a políticas públicas inentendibles.

Respecto al tiempo de transporte, cada vez más personas dedican hasta 2 horas para trasladarse a sus centros laborales o educativos. Es decir, destinan más del 50% del tiempo de trabajo o estudio a trasladarse.

Las condiciones actuales del transporte, pero sobre todo la concentración desigual de la oferta laboral y educativa le están robando a la gente su gran patrimonio, su tiempo.

Alude a la desproporción o asimetría entre las personas, las sociedades y los diversos grupos que las integran, en cuanto a condiciones y expectativas de vida económicas, sociales, legales y políticas; lo cual repercute en la diferenciación del ejercicio a plenitud de sus capacidades, aspiraciones, libertades y derechos. Apunta a denunciar la existencia de inequidad, discriminación, marginación, exclusión, opresión, vulnerabilidad, explotación e injusticia.

En general, la desigualdad económica —ingresos, recursos productivos, acervo de riqueza, poder adquisitivo, tipo de empleo, productividad— está vinculada con la desigualdad social —acceso a los satisfactores del bienestar y factores de género, étnicos y culturales—; y ambas, en el ámbito urbano, a la divergencia en las posibilidades de uso de los bienes y servicios urbanos de los diferentes grupos sociales a causa de su ubicación en el territorio y que, por consiguiente, determinan las disparidades espaciales en su calidad y expectativas de vida. Las tres dimensiones de la desigualdad se retroalimentan entre sí.

La desigualdad social en Ciudad de México tiene muchas caras, la diferencia en los ingresos es quizá la más notoria y discutida, seguida del acceso a la justicia, características que comparte con otras ciudades de países en vías de desarrollo. En el ámbito territorial hay dos factores que precarizan la vida de un porcentaje importante de habitantes: el acceso al agua y el tiempo de transporte. La inequidad en la distribución del agua se ve reflejada en las colonias donde abunda, no sólo para regar amplios jardines públicos y privados, sino que alcanza para lavar a diario flotillas de autos, patios y banquetas, mientras que en otras colonias el suministro es escaso y no alcanza para las necesidades más elementales. Esta diferencia no obedece a factores técnicos o económicos, sino simplemente a políticas públicas inentendibles.

Respecto al tiempo de transporte, cada vez más personas dedican hasta 2 horas para trasladarse a sus centros laborales o educativos. Es decir, destinan más del 50% del tiempo de trabajo o estudio a trasladarse.

Las condiciones actuales del transporte, pero sobre todo la concentración desigual de la oferta laboral y educativa le están robando a la gente su gran patrimonio, su tiempo.