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Comunidad

¿Qué define ese lugar común, donde varias personas vivimos juntos? ¿Qué características físicas tiene? ¿Por qué es importante provocar ese sentimiento, esa cualidad?

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Qué mejor lugar para estar que una comunidad, en donde las cosas comunes nos unen y nos identifican, donde las coincidencias nos permiten tener una ruta y un destino. Las comunidades de nuestras ciudades tienen muy claro eso: su origen y su destino. En nuestra querida Ciudad de México las comunidades se suceden unas a otras, al mismo tiempo pero siempre en lugares definidos; sin duda, identificamos a aquellas que son más compactas, que tienen agendas específicas, o que se encuentran en nuestro imaginario debido a una hazaña épica de sobrevivencia. Así por ejemplo, la comunidad de Tepito es famosa por su comercio y por su carácter guerrero, mientras que la comunidad de Santo Domingo en Coyoacán se caracteriza por su lucha histórica en la autogestión del territorio, o las nuevas comunidades surgidas del gran desarrollo inmobiliario en Santa Fe cuyo atributo para muchos podría ser la alta plusvalía, que convive frente a ejemplos de lucha histórica organizativa como la cooperativa Palo Alto. Así las comunidades son un lugar de formación y de identidad. Son el hogar compartido, donde lo individual se recrea en lo colectivo.

La comunidad es el encuentro de personas que se desarrollan en un territorio con fines comunes y objetivos concretos. Se desarrolla bajo reglas claras, principios y valores que promueven una transformación de las condiciones en el lugar donde interactúan. Es importante resaltar que hablar de comunidad es buscar entretejer lazos de relaciones humanas virtuosas y que los sociólogos denominan tejido social. Un principio fundamental del trabajo en comunidad es la búsqueda del bien común, y ese precepto es el que hemos impulsado en nuestro espacio de Miravalle.

Qué mejor lugar para estar que una comunidad, en donde las cosas comunes nos unen y nos identifican, donde las coincidencias nos permiten tener una ruta y un destino. Las comunidades de nuestras ciudades tienen muy claro eso: su origen y su destino. En nuestra querida Ciudad de México las comunidades se suceden unas a otras, al mismo tiempo pero siempre en lugares definidos; sin duda, identificamos a aquellas que son más compactas, que tienen agendas específicas, o que se encuentran en nuestro imaginario debido a una hazaña épica de sobrevivencia. Así por ejemplo, la comunidad de Tepito es famosa por su comercio y por su carácter guerrero, mientras que la comunidad de Santo Domingo en Coyoacán se caracteriza por su lucha histórica en la autogestión del territorio, o las nuevas comunidades surgidas del gran desarrollo inmobiliario en Santa Fe cuyo atributo para muchos podría ser la alta plusvalía, que convive frente a ejemplos de lucha histórica organizativa como la cooperativa Palo Alto. Así las comunidades son un lugar de formación y de identidad. Son el hogar compartido, donde lo individual se recrea en lo colectivo.

La comunidad es el encuentro de personas que se desarrollan en un territorio con fines comunes y objetivos concretos. Se desarrolla bajo reglas claras, principios y valores que promueven una transformación de las condiciones en el lugar donde interactúan. Es importante resaltar que hablar de comunidad es buscar entretejer lazos de relaciones humanas virtuosas y que los sociólogos denominan tejido social. Un principio fundamental del trabajo en comunidad es la búsqueda del bien común, y ese precepto es el que hemos impulsado en nuestro espacio de Miravalle.