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Diversidad

Una palabra que aunque parece ser un sinónimo de ciudad, y una condición positiva, también parece que no todo el mundo acepta sus variantes.

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En el sentido estricto de la palabra diversidad es el conjunto de cosas diferentes. La ciudad en ese sentido es la máxima expresión de diversidad porque ofrece una amplia variedad de parques, pequeños y grandes, históricos y emergentes; calles largas, cortas, antiguas y nuevas; espacios públicos icónicos y otros emergentes y alternativos; movilidad con sistemas públicos de transporte o espacios temporales en tiempo y espacio para la familia y el ejercicio; oferta de actividades, distracción, diversión, atención, educación, compras o adquisición de insumos para cualquier grupo poblacional o cualquier formación; arte y cultura para satisfacer cualquier necesidad imaginable; multiplicidad de oferta gastronómica para todos los gustos y bolsillos; e infinidad de identidades conformadas por estos elementos socio-psico-histórico-culturales. No hay forma de explicar en pocas palabras la diversidad de la ciudad, podríamos hacer una metáfora: la ciudad es un caleidoscopio gigante y con una cantidad infinita de espejos, formas y colores que hace de cualquier movimiento una configuración diferente a la anterior, irrepetible, única, y hace de cada uno de sus habitantes diverso.

La diversidad es seguramente una promesa que no habrá de ser cumplida y, sin embargo, no por ello deja de ser impostergable. Representa la utopía de alteridades que conviven sin asimilarse ni antagonizarse. La diferencia sin ponderación ni jerarquía. Hablar de diversidad implica reconocer que en cada ser humano se encarna una trayectoria urbana irrepetible que se encuentra transitoriamente en diálogo con otras con las cuales comparte la ciudad como origen, destino, o medio. A pesar del encuentro, cada experiencia guardará siempre un secreto que nace de su irremplazable unicidad. Valorar la posibilidad de identificar siempre un nuevo secreto es valorar esa diversidad.

Dado que la diversidad forma parte de la naturaleza intrínseca de la ciudad; se plantea la posibilidad de incorporar un índice matemático que nos permita valorar el grado de diversidad de los territorios. De tal forma, que entre más diverso sea el territorio, "sea más ciudad".

Tenemos que reconocer que territorios menos diversos se convierten en amasijos secuestrados por unos pocos, que pretenden recalificar la exclusividad, sobre la base de despojar a la ciudad del concepto que integra su razón de ser.

En el sentido estricto de la palabra diversidad es el conjunto de cosas diferentes. La ciudad en ese sentido es la máxima expresión de diversidad porque ofrece una amplia variedad de parques, pequeños y grandes, históricos y emergentes; calles largas, cortas, antiguas y nuevas; espacios públicos icónicos y otros emergentes y alternativos; movilidad con sistemas públicos de transporte o espacios temporales en tiempo y espacio para la familia y el ejercicio; oferta de actividades, distracción, diversión, atención, educación, compras o adquisición de insumos para cualquier grupo poblacional o cualquier formación; arte y cultura para satisfacer cualquier necesidad imaginable; multiplicidad de oferta gastronómica para todos los gustos y bolsillos; e infinidad de identidades conformadas por estos elementos socio-psico-histórico-culturales. No hay forma de explicar en pocas palabras la diversidad de la ciudad, podríamos hacer una metáfora: la ciudad es un caleidoscopio gigante y con una cantidad infinita de espejos, formas y colores que hace de cualquier movimiento una configuración diferente a la anterior, irrepetible, única, y hace de cada uno de sus habitantes diverso.

La diversidad es seguramente una promesa que no habrá de ser cumplida y, sin embargo, no por ello deja de ser impostergable. Representa la utopía de alteridades que conviven sin asimilarse ni antagonizarse. La diferencia sin ponderación ni jerarquía. Hablar de diversidad implica reconocer que en cada ser humano se encarna una trayectoria urbana irrepetible que se encuentra transitoriamente en diálogo con otras con las cuales comparte la ciudad como origen, destino, o medio. A pesar del encuentro, cada experiencia guardará siempre un secreto que nace de su irremplazable unicidad. Valorar la posibilidad de identificar siempre un nuevo secreto es valorar esa diversidad.

Dado que la diversidad forma parte de la naturaleza intrínseca de la ciudad; se plantea la posibilidad de incorporar un índice matemático que nos permita valorar el grado de diversidad de los territorios. De tal forma, que entre más diverso sea el territorio, "sea más ciudad".

Tenemos que reconocer que territorios menos diversos se convierten en amasijos secuestrados por unos pocos, que pretenden recalificar la exclusividad, sobre la base de despojar a la ciudad del concepto que integra su razón de ser.