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Frontera

¿Cuáles son los bordes y mecanismos que delimitan la ciudad? ¿Cuál es su función, cuáles son sus limitaciones y qué oportunidades ofrece?

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La frontera es un elemento en el espacio urbano que fragmenta, separa o divide dos o más áreas con características similares. Estas fronteras surgen del: a) reconocimiento de las diferencias entre territorios —urbanos, rurales y/o naturales—, ya sea por su densidad urbana, actividades, grupos sociales, morfología urbana, tipología arquitectónica, entre muchos más; y b) como un elemento resultado de una imposición político-administrativa. Estas fronteras pueden estar marcadas por límites construidos —bardas, carreteras, caminos, canales, muros—; naturales —ríos, barrancas—; o imaginarios, tales como las fronteras administrativas entre barrios o distritos.

Para Lynch (1960) el borde era un elemento lineal que no necesariamente se considera como una vía. En este caso, la frontera (borde) se veía como un elemento perturbador en la ciudad, al inhibir el libre tránsito de un lado a otro. Para este mismo autor, una calle no necesariamente es un borde si reúne a las personas, tales como Madero en el Centro Histórico, un paseo urbano de la Balbuena o un parque lineal como el Parque Canal Nacional.

En la ciudad o en el campo la frontera es la línea que nos divide. Históricamente determinada por algún elemento geográfico como un río o una cordillera, esta línea marca límites de propiedades privadas o públicas. El límite o frontera marca también el espacio de responsabilidad sobre la gestión de un territorio – sea este una escuela o un país.

Las fronteras, muchas invisibles, son los sólidos muros entre disciplinas, que aprisionan a la colaboración. Pero la frontera también es la línea que nos une, un espacio de encuentro, un hilo donde hilvanar ideas, donde estrechar la mano. En la frontera se reconocen las diferencias y se llegan a acuerdos para construir espacios conjuntos.

Sólo en la frontera es posible tejer relaciones, amistades, proyectos, planes. En la frontera entre una plaza y un edificio, en la frontera entre una comunidad con menos recursos y una más privilegiada. En la frontera existe la posibilidad de hacer ciudad, de cambiar el rumbo y construir espacios de comprensión y empatía que tanto necesitan nuestras ciudades hoy.

La frontera es un elemento en el espacio urbano que fragmenta, separa o divide dos o más áreas con características similares. Estas fronteras surgen del: a) reconocimiento de las diferencias entre territorios —urbanos, rurales y/o naturales—, ya sea por su densidad urbana, actividades, grupos sociales, morfología urbana, tipología arquitectónica, entre muchos más; y b) como un elemento resultado de una imposición político-administrativa. Estas fronteras pueden estar marcadas por límites construidos —bardas, carreteras, caminos, canales, muros—; naturales —ríos, barrancas—; o imaginarios, tales como las fronteras administrativas entre barrios o distritos.

Para Lynch (1960) el borde era un elemento lineal que no necesariamente se considera como una vía. En este caso, la frontera (borde) se veía como un elemento perturbador en la ciudad, al inhibir el libre tránsito de un lado a otro. Para este mismo autor, una calle no necesariamente es un borde si reúne a las personas, tales como Madero en el Centro Histórico, un paseo urbano de la Balbuena o un parque lineal como el Parque Canal Nacional.

En la ciudad o en el campo la frontera es la línea que nos divide. Históricamente determinada por algún elemento geográfico como un río o una cordillera, esta línea marca límites de propiedades privadas o públicas. El límite o frontera marca también el espacio de responsabilidad sobre la gestión de un territorio – sea este una escuela o un país.

Las fronteras, muchas invisibles, son los sólidos muros entre disciplinas, que aprisionan a la colaboración. Pero la frontera también es la línea que nos une, un espacio de encuentro, un hilo donde hilvanar ideas, donde estrechar la mano. En la frontera se reconocen las diferencias y se llegan a acuerdos para construir espacios conjuntos.

Sólo en la frontera es posible tejer relaciones, amistades, proyectos, planes. En la frontera entre una plaza y un edificio, en la frontera entre una comunidad con menos recursos y una más privilegiada. En la frontera existe la posibilidad de hacer ciudad, de cambiar el rumbo y construir espacios de comprensión y empatía que tanto necesitan nuestras ciudades hoy.