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Manifestación

Expresión que parece surge de las entrañas de la ciudad; o que parece que la ciudad está hecha y pensada para las manifestaciones. ¿Cómo se comportan las manifestaciones en la ciudad? ¿Cómo se organizan y qué características tienen; cuáles son sus lugares preferidos?

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La manifestación es una forma de acción colectiva contenciosa, que forma parte de un conflicto o lucha social o política. En términos académicos, es una protesta; en la vida cotidiana, es la marcha, aunque también puede tomar la forma de plantón, bloqueo o concentración. Manifestar significa declarar, mostrar, exteriorizar, revelar o hacer visible, hacer público.

Por lo tanto, los escenarios por antonomasia de las manifestaciones son los espacios públicos, llámense plazas, parques, el Zócalo, el monumento, la tribuna del Senado y, por supuesto, las calles. Es por ello que la manifestación se ha convertido en la acérrima enemiga de los ciudadanos automovilistas, a quienes les cortan el camino, les obligan a desacelerar o parar.

Y es que, las manifestaciones buscan la visibilidad a partir de la ruptura de la cotidianidad, aunque en esta ciudad se han vuelto parte de la rutina urbana. De ahí que entrañe una doble paradoja: conjugar visibilidad física innegable (imposible no ver a los manifestantes con sus pancartas y consignas), con una invisibilidad de sus demandas (poca gente sabe quiénes se manifiestan o qué expresan); así como romper un orden hegemónico pero, a su vez, ser parte de un orden urbano complejo y conflictivo.

La manifestación es una forma de acción colectiva contenciosa, que forma parte de un conflicto o lucha social o política. En términos académicos, es una protesta; en la vida cotidiana, es la marcha, aunque también puede tomar la forma de plantón, bloqueo o concentración. Manifestar significa declarar, mostrar, exteriorizar, revelar o hacer visible, hacer público.

Por lo tanto, los escenarios por antonomasia de las manifestaciones son los espacios públicos, llámense plazas, parques, el Zócalo, el monumento, la tribuna del Senado y, por supuesto, las calles. Es por ello que la manifestación se ha convertido en la acérrima enemiga de los ciudadanos automovilistas, a quienes les cortan el camino, les obligan a desacelerar o parar.

Y es que, las manifestaciones buscan la visibilidad a partir de la ruptura de la cotidianidad, aunque en esta ciudad se han vuelto parte de la rutina urbana. De ahí que entrañe una doble paradoja: conjugar visibilidad física innegable (imposible no ver a los manifestantes con sus pancartas y consignas), con una invisibilidad de sus demandas (poca gente sabe quiénes se manifiestan o qué expresan); así como romper un orden hegemónico pero, a su vez, ser parte de un orden urbano complejo y conflictivo.