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Pueblo bicicletero

Antes una manera discriminatoria de referirse a los lugares “subdesarrollados”. Hoy, una visión de ciudad. ¿Por qué? ¿Qué implica? ¿Qué hace una colonia en un barrio bicicletero?

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1.m. Coloq. Méx. Una designación despectiva-afectiva para una comunidad que depende de mecanismos ciclistas para llevar a cabo su vida cotidiana.

Describe una configuración socio-espacial en donde las personas se mueven de manera lenta, utilizando vehículos desarrollados hace más de un siglo, aunque compartidas, reparadas y adaptadas, manteniendo lazos comunitarios estrechos y de carácter afectivo. El uso de bicicletas, triciclos y otros vehículos de propulsión humana está tan al centro de sus dinámicas públicas que se convierten en parte de su identidad. De modo que cuando resulta difícil desprender a un oficio de su herramienta ciclista —como es el caso de tamaleros, afiladores, panaderos y taqueros de canasta— les podemos llamar "bici-oficios."

Sin embargo, el pueblo bicicletero no cuenta con una localización territorial específica, ni forma parte de una moda o tendencia global. Lo reconocemos en los orígenes de la modernidad de Ciudad de México; trabajamos con él en mercados y comercios del Centro Histórico; comemos sus desayunos sobre las plazas y banquetas afuera de las estaciones del metro; lo vemos en las calles de las zonas periféricas de la ciudad; dependemos de este pueblo de repartidores, mensajeros y recolectores para nuestra urbanidad.

Un pueblo bicicletero es un pueblo feliz, cercano, conexo y conectado, de distancias cortas y de personas conocidas y vinculadas con el lugar en donde viven. En otro tiempo, los mexicanos vivieron felices pero luego de la entrada de los automóviles y el crecimiento desmedido de las ciudades perdieron y renegaron su destino. Incluso se transformó el término de una manera peyorativa como aquel pueblo o ciudad pequeña sin crecimiento ni interés. Sin embargo, ahora ha transmutado nuevamente en un término positivo asociado con el empoderamiento, resistencia y transformación de ciudades vivibles a escala humana.

1.m. Coloq. Méx. Una designación despectiva-afectiva para una comunidad que depende de mecanismos ciclistas para llevar a cabo su vida cotidiana.

Describe una configuración socio-espacial en donde las personas se mueven de manera lenta, utilizando vehículos desarrollados hace más de un siglo, aunque compartidas, reparadas y adaptadas, manteniendo lazos comunitarios estrechos y de carácter afectivo. El uso de bicicletas, triciclos y otros vehículos de propulsión humana está tan al centro de sus dinámicas públicas que se convierten en parte de su identidad. De modo que cuando resulta difícil desprender a un oficio de su herramienta ciclista —como es el caso de tamaleros, afiladores, panaderos y taqueros de canasta— les podemos llamar "bici-oficios."

Sin embargo, el pueblo bicicletero no cuenta con una localización territorial específica, ni forma parte de una moda o tendencia global. Lo reconocemos en los orígenes de la modernidad de Ciudad de México; trabajamos con él en mercados y comercios del Centro Histórico; comemos sus desayunos sobre las plazas y banquetas afuera de las estaciones del metro; lo vemos en las calles de las zonas periféricas de la ciudad; dependemos de este pueblo de repartidores, mensajeros y recolectores para nuestra urbanidad.

Un pueblo bicicletero es un pueblo feliz, cercano, conexo y conectado, de distancias cortas y de personas conocidas y vinculadas con el lugar en donde viven. En otro tiempo, los mexicanos vivieron felices pero luego de la entrada de los automóviles y el crecimiento desmedido de las ciudades perdieron y renegaron su destino. Incluso se transformó el término de una manera peyorativa como aquel pueblo o ciudad pequeña sin crecimiento ni interés. Sin embargo, ahora ha transmutado nuevamente en un término positivo asociado con el empoderamiento, resistencia y transformación de ciudades vivibles a escala humana.