En tiempos de cambios cada vez más radicales, y en tiempo real, no asumir la incapacidad de controlar el futuro, parece necedad. Y más bien es una necesidad, entender las condiciones impredecibles de la ciudad en su escala cotidiana y en su dimensión más abstracta y amplia de planeación.
Es imposible recorrer dos veces la misma calle. Esta hipótesis se basa en un hecho empírico que se sostiene incluso haciendo trampas. Sales de casa, y depende de dónde vivas, cierras la puerta con llave. Si vives en una vecindad, a veces, puedes dejarla abierta.
Accedes a la calle dispuesto a ejecutar tu trampa. Escoges recorrido, izquierda o derecha. Avanzas unos pasos y te encuentras a un vecino que regresa con su perro. Se saludan. Es normal, sueles encontrarte con tus vecinos cuando escoges el lado izquierdo, hacia allí está el mercado. Seis pasos más adelante descubres que están pintando otra vez el negocio de manicura y pedicura. Ahora negro. Antes rosa.
El ruido de un camión de gran tonelaje ensordece la calle, una moto frena bruscamente. Ya has llegado a la esquina. Apenas treinta pasos. La trampa es regresar antes de que nada haya cambiado. Tornas y das el primer paso de vuelta. El frenazo de la moto ya no ensordece tu camino. La calle ya no es la misma. Incluso haciendo trampas.
Es imposible recorrer dos veces la misma calle. Esta hipótesis se basa en un hecho empírico que se sostiene incluso haciendo trampas. Sales de casa, y depende de dónde vivas, cierras la puerta con llave. Si vives en una vecindad, a veces, puedes dejarla abierta.
Accedes a la calle dispuesto a ejecutar tu trampa. Escoges recorrido, izquierda o derecha. Avanzas unos pasos y te encuentras a un vecino que regresa con su perro. Se saludan. Es normal, sueles encontrarte con tus vecinos cuando escoges el lado izquierdo, hacia allí está el mercado. Seis pasos más adelante descubres que están pintando otra vez el negocio de manicura y pedicura. Ahora negro. Antes rosa.
El ruido de un camión de gran tonelaje ensordece la calle, una moto frena bruscamente. Ya has llegado a la esquina. Apenas treinta pasos. La trampa es regresar antes de que nada haya cambiado. Tornas y das el primer paso de vuelta. El frenazo de la moto ya no ensordece tu camino. La calle ya no es la misma. Incluso haciendo trampas.