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Congestión

Sobreacumulación de cosas que hacen que la ciudad entre en estado anormal, crítico. ¿Qué es la congestión?, ¿cómo se trabaja con esa situación cada vez más constante?

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Congestión es una disrupción puntual, no permanente del flujo en el sistema. Una anomalía causada principalmente por la sobreacumulación de elementos en un espacio determinado.

Los beneficios de la aglomeración en las ciudades, trae consigo economías de escala, las cuales hacen más eficientes la productividad, la innovación, o la gestión de servicios. A más personas aglutinadas en un espacio, mayor productividad medida en términos de Producto Interno Bruto entre habitante. Sin embargo, existe un punto crítico en la curva ascendente de beneficios, denominados deseconomías de aglomeración, donde el coste sobrepasa los beneficios, invirtiendo la curva.

Imaginemos a un pintor de brocha gorda pintando una pared de 3×6 metros. Si pinta individualmente, podrá completarla en x horas, si invita a María, lo harán en x horas /2, pero si deciden invitar a los de la cuadra, el original beneficio (economías de aglomeración) será mermado por la incapacidad de pintar la pared al mismo tiempo, entorpeciéndose por la escasez espacial (deseconomías de aglomeración) y por estar compartiendo unas cervezas. Así, se terminará con un rendimiento decreciente, tardando más tiempo del planteado, pero más divertido que pintar solo.

Congestión (derivada del tráfico automotor) en Ciudad de México es una constante del sistema, no una disrupción puntual.

La congestión es la saturación de una parte de un sistema, cuando la densidad de uso desafía la capacidad de una red. Esa idea se infiltró en la propia forma de pensar de los planificadores hasta transformarse en una obsesión. La construcción de calles, avenidas, ejes viales y segundos pisos para darle velocidad a los flujos y asegurarle caminos a los coches no sólo le dio forma a Ciudad de México. Inspiró utopías y alimentó distopías que hoy pagamos con millones de horas en el tránsito, con muertes por atropellos y aire contaminado, como si esas consecuencias nefastas fueran algo inevitable, un resultado natural de vivir en la ciudad.

Pero algo cambió. En algún momento nos dimos cuenta que ese no era el problema a resolver. Aceptamos la congestión. Y empezamos, de a poco, a recuperar el espacio para la gente, a [calles peatonales recientes], a darle un carril de Insurgentes al Metrobús, después otro a la bicicleta, a reducir la velocidad del automóvil sin culpas ni pecados.

¿La congestión? Sigue acompañándonos, pero ya no somos su rehén. Es un hecho más de la ciudad, con el que tenemos que convivir. Más despacio. Y las calles, un poco más humanas.

Congestión es una disrupción puntual, no permanente del flujo en el sistema. Una anomalía causada principalmente por la sobreacumulación de elementos en un espacio determinado.

Los beneficios de la aglomeración en las ciudades, trae consigo economías de escala, las cuales hacen más eficientes la productividad, la innovación, o la gestión de servicios. A más personas aglutinadas en un espacio, mayor productividad medida en términos de Producto Interno Bruto entre habitante. Sin embargo, existe un punto crítico en la curva ascendente de beneficios, denominados deseconomías de aglomeración, donde el coste sobrepasa los beneficios, invirtiendo la curva.

Imaginemos a un pintor de brocha gorda pintando una pared de 3×6 metros. Si pinta individualmente, podrá completarla en x horas, si invita a María, lo harán en x horas /2, pero si deciden invitar a los de la cuadra, el original beneficio (economías de aglomeración) será mermado por la incapacidad de pintar la pared al mismo tiempo, entorpeciéndose por la escasez espacial (deseconomías de aglomeración) y por estar compartiendo unas cervezas. Así, se terminará con un rendimiento decreciente, tardando más tiempo del planteado, pero más divertido que pintar solo.

Congestión (derivada del tráfico automotor) en Ciudad de México es una constante del sistema, no una disrupción puntual.

La congestión es la saturación de una parte de un sistema, cuando la densidad de uso desafía la capacidad de una red. Esa idea se infiltró en la propia forma de pensar de los planificadores hasta transformarse en una obsesión. La construcción de calles, avenidas, ejes viales y segundos pisos para darle velocidad a los flujos y asegurarle caminos a los coches no sólo le dio forma a Ciudad de México. Inspiró utopías y alimentó distopías que hoy pagamos con millones de horas en el tránsito, con muertes por atropellos y aire contaminado, como si esas consecuencias nefastas fueran algo inevitable, un resultado natural de vivir en la ciudad.

Pero algo cambió. En algún momento nos dimos cuenta que ese no era el problema a resolver. Aceptamos la congestión. Y empezamos, de a poco, a recuperar el espacio para la gente, a [calles peatonales recientes], a darle un carril de Insurgentes al Metrobús, después otro a la bicicleta, a reducir la velocidad del automóvil sin culpas ni pecados.

¿La congestión? Sigue acompañándonos, pero ya no somos su rehén. Es un hecho más de la ciudad, con el que tenemos que convivir. Más despacio. Y las calles, un poco más humanas.