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Ficción

Nunca sabremos si lo que pensamos y nos contamos sobre la ciudad es real; pero sabemos que las historias que relatan voluntades, ficticias o no, de transformación, son necesarias. ¿Qué hace que esta ciudad sea un caldo de ficción y/o una construcción ficticia por sí misma?

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La ficción como invención es parte inherente de los procesos urbanos, tanto cotidianos como infrecuentes. Los ciudadanos están constantemente imaginando posibilidades para habitar y modificar la ciudad, inventando soluciones que, incluso, a veces parecieran ser parte de realidades fantásticas. Por otro lado, la ficción en la ciudad está también presente en su literatura, obras narrativas que hablan sobre ella y nos ofrecen miradas múltiples para conocerla, entenderla e imaginarla.

Esta doble manera de existir de la ficción, como iniciadora de procesos y como narración de realidades ficticias, puede entrelazarse en una combinación con potencial para ser una herramienta transformadora de la ciudad. De esta manera, se podrían narrar ficciones como punto de partida en los procesos creativos para encontrar opciones alternativas y enriquecidas de ciudad. Implementar la ficción como instrumento de experimentación en la planificación y el diseño de Ciudad de México puede abrir la posibilidad de responder a la complejidad y a la diversidad que la definen, desde todas las escalas y agentes, e incluyendo todas las geografías y subjetividades que la conforman. Al mismo tiempo, puede llevar a imaginar y a materializar respuestas específicas, florecientes y extraordinarias.

"No vivimos en una ciudad, sino en su descripción" escribió Wallace Stevens. En efecto, la ciudad no es un espacio físico, sino sobre todo imaginario: habitados por valores, historias e ideas, nos movemos en ella e interactuamos con otros, abrazándola o aborreciéndola. Quien percibe su ciudad como un territorio para el placer y el conocimiento, la recorrerá bajo la lógica del disfrute y el encuentro haciendo de la diversidad un valor; en cambio, si la imagina como una cartografía en la que, a la vuelta de la esquina, acechan la inseguridad, la precariedad o el caos, la padecerá haciendo del otro una amenaza.

La ficción es la construcción simbólica que condiciona los modos de aprehender, recorrer y cohabitar una ciudad; y, es lo que define subjetividades y modos de concebir lo colectivo, memorias urbanas y proyecciones a futuro. La ficción urbana se construye mediante diversos relatos, difundidos por los medios masivos, las pláticas cotidianas, la industria cultural o las imágenes que nos llegan por las redes sociales. Todos esos discursos se disputan la ciudad, la ficción hegemónica que la defina. Para sustituir nuestras lógicas inmunitarias por proyectos comunitarios hay que modernizar no sólo las calles, sino los imaginarios.

La ficción como invención es parte inherente de los procesos urbanos, tanto cotidianos como infrecuentes. Los ciudadanos están constantemente imaginando posibilidades para habitar y modificar la ciudad, inventando soluciones que, incluso, a veces parecieran ser parte de realidades fantásticas. Por otro lado, la ficción en la ciudad está también presente en su literatura, obras narrativas que hablan sobre ella y nos ofrecen miradas múltiples para conocerla, entenderla e imaginarla.

Esta doble manera de existir de la ficción, como iniciadora de procesos y como narración de realidades ficticias, puede entrelazarse en una combinación con potencial para ser una herramienta transformadora de la ciudad. De esta manera, se podrían narrar ficciones como punto de partida en los procesos creativos para encontrar opciones alternativas y enriquecidas de ciudad. Implementar la ficción como instrumento de experimentación en la planificación y el diseño de Ciudad de México puede abrir la posibilidad de responder a la complejidad y a la diversidad que la definen, desde todas las escalas y agentes, e incluyendo todas las geografías y subjetividades que la conforman. Al mismo tiempo, puede llevar a imaginar y a materializar respuestas específicas, florecientes y extraordinarias.

"No vivimos en una ciudad, sino en su descripción" escribió Wallace Stevens. En efecto, la ciudad no es un espacio físico, sino sobre todo imaginario: habitados por valores, historias e ideas, nos movemos en ella e interactuamos con otros, abrazándola o aborreciéndola. Quien percibe su ciudad como un territorio para el placer y el conocimiento, la recorrerá bajo la lógica del disfrute y el encuentro haciendo de la diversidad un valor; en cambio, si la imagina como una cartografía en la que, a la vuelta de la esquina, acechan la inseguridad, la precariedad o el caos, la padecerá haciendo del otro una amenaza.

La ficción es la construcción simbólica que condiciona los modos de aprehender, recorrer y cohabitar una ciudad; y, es lo que define subjetividades y modos de concebir lo colectivo, memorias urbanas y proyecciones a futuro. La ficción urbana se construye mediante diversos relatos, difundidos por los medios masivos, las pláticas cotidianas, la industria cultural o las imágenes que nos llegan por las redes sociales. Todos esos discursos se disputan la ciudad, la ficción hegemónica que la defina. Para sustituir nuestras lógicas inmunitarias por proyectos comunitarios hay que modernizar no sólo las calles, sino los imaginarios.