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Posapocalipsis

¿Hemos superado la noción apocalíptica? ¿Es verdad que la Ciudad de México es eterna inclusive después del colapso?

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Ciudad de México sufre múltiples problemas que han tocado ya su techo histórico: el ecocidio, la desigualdad económica, la precariedad laboral, la violencia criminal, el estrés hídrico, la sobrepoblación, el deterioro de la movilidad… ¿Por qué no escapamos de esta distopía por venir? Carlos Monsiváis explicaba nuestra capacidad de aguante diciendo que, ante la fatalidad apocalíptica, los chilangos asumimos que lo peor ya sucedió. No suponemos que ocurrirá una tragedia: estamos convencidos que somos el resultado de la catástrofe, que nos encontramos del otro lado del horror. Sólo así podemos seguir aquí. Se trata de un autoengaño, por supuesto, pero no por ello menos funcional.

La ciudad postapocalíptica es una ficción colectiva que permite desplazar las predicciones del desastre urbano hacia un momento pasado con el fin de darle sentido al infortunio del presente. La psicología del citadino promedio es la del sobreviviente. No estamos a la espera del juicio final como espectadores privilegiados: preferimos evadir los peligros de nuestro endeble pacto social que sufrir la falta de oportunidades y libertades que padecen quienes abandonan la urbe. Este optimismo irresponsable, no sólo remite a una desmesurada resignación; dificulta una cultura política no conformista, contra la que hay que luchar.

Ciudad de México sufre múltiples problemas que han tocado ya su techo histórico: el ecocidio, la desigualdad económica, la precariedad laboral, la violencia criminal, el estrés hídrico, la sobrepoblación, el deterioro de la movilidad… ¿Por qué no escapamos de esta distopía por venir? Carlos Monsiváis explicaba nuestra capacidad de aguante diciendo que, ante la fatalidad apocalíptica, los chilangos asumimos que lo peor ya sucedió. No suponemos que ocurrirá una tragedia: estamos convencidos que somos el resultado de la catástrofe, que nos encontramos del otro lado del horror. Sólo así podemos seguir aquí. Se trata de un autoengaño, por supuesto, pero no por ello menos funcional.

La ciudad postapocalíptica es una ficción colectiva que permite desplazar las predicciones del desastre urbano hacia un momento pasado con el fin de darle sentido al infortunio del presente. La psicología del citadino promedio es la del sobreviviente. No estamos a la espera del juicio final como espectadores privilegiados: preferimos evadir los peligros de nuestro endeble pacto social que sufrir la falta de oportunidades y libertades que padecen quienes abandonan la urbe. Este optimismo irresponsable, no sólo remite a una desmesurada resignación; dificulta una cultura política no conformista, contra la que hay que luchar.