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Territorio

¿Cómo lo entendemos desde el ordenamiento, diseño, y la convivencia? una palabra con tantos significados y tan concreto a la vez.

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Para la teoría general del Estado, las relaciones internacionales y la nacionalidad, el concepto territorio es fundamental, no sólo para referirse a la extensión física que ocupa un Estado, sino para que pueda ejercer su poder soberano. Así, el concepto clásico que se refería básicamente a un fragmento de la superficie terrestre o parte del medio natural en el que ocurrían los hechos (función de contenedor) cambió a ser un territorio de "contenido" o de competencia, por el que luchan los distintos actores que pretenden ejercer el control físico, social, económico y político del territorio. Actualmente, implica la interacción entre factores biofísicos y antrópicos, es un constructo social, con dimensión espacial y temporal, y sus límites o extensión reflejan el resultado de procesos histórico-económicos, dinámicos e inestables que cambian conforme se modifican las relaciones y estructuras de poder entre las sociedades. También hace alusión a la "dimensión territorial y temporal" de los fenómenos económicos, políticos y sociales, por eso, se utiliza en la planeación, organización o gestión del territorio. Tiene un marco teórico y práctico que permite considerar aspectos cualitativos como la percepción e identidad territorial, y cuantitativos que sustentan la función de herramientas requeridas para una adecuada organización territorial.

Noción polisémica que toma diversos sentidos desde las ciencias políticas, como para la ecología, o el ordenamiento urbano y territorial, entre otras. Estas perspectivas tienen en común que el territorio es un constructo socio-espacial siempre asociado al poder, que integra a la vez un componente material y simbólico, y que se construye y actualiza continuamente por los individuos o los colectivos (re-territorialización) contribuyendo a la construcción de su identidad.

Una de las fuerzas de la categoría de territorio es su naturaleza multiescalar, lo que permite una flexibilidad teórica y metodológica, tanto como recurso analítico como instrumento de política pública. La territorialización es el proceso que pasa por tres vectores: la apropiación, la delimitación, y el control del espacio tanto por el individuo en su esfera de vida cotidiana, como por un estado nación, o por una corporación.

Si bien, el territorio está normalmente asociado con espacios en forma de áreas continuas y de contención, la territorialidad de individuos y colectivos puede presentar formas discontinuas y reticulares, tomando también múltiples modalidades que van desde los de tipo político administrativo, pasando por el territorio de influencia geopolítica, hasta los territorios de organizaciones sociales de naturaleza más dinámicas, porosas y difusas.

Desde el derecho se alude a uno de los tres elementos constitutivos del Estado mexicano: pueblo, territorio y gobierno. Se trata del espacio físico donde se asienta su población y donde se despliega el poder público y se ejerce la soberanía nacional.

El territorio se refiere al ámbito espacial de validez de las normas jurídicas, con un efecto doble: al interior, es el lugar definido donde la autoridad pública ejerce sus funciones; y, al exterior, expresa los límites de dicha acción frente a otros estados.

Con base al territorio se define el ámbito espacial de los distintos órdenes de gobierno sub-nacionales; sin perder de vista que cada uno tiene injerencia únicamente en las materias de su competencia. En ese arreglo institucional, más allá de su ubicación espacial, en México, la mayoría de los elementos clave quedan a favor del gobierno central o federal.

Territorio, suelo, tierra, propiedad, bien inmueble y otros conceptos que aluden al espacio físico se utilizan frecuentemente de forma ambigua. Territorio tiene una connotación jurídico-política primaria que lo diferencia. De esta forma, la propiedad en cualquiera de sus modalidades (pública, social o privada) es el resultado del ejercicio soberano del Estado mexicano sobre su espacio nacional.

Para la teoría general del Estado, las relaciones internacionales y la nacionalidad, el concepto territorio es fundamental, no sólo para referirse a la extensión física que ocupa un Estado, sino para que pueda ejercer su poder soberano. Así, el concepto clásico que se refería básicamente a un fragmento de la superficie terrestre o parte del medio natural en el que ocurrían los hechos (función de contenedor) cambió a ser un territorio de "contenido" o de competencia, por el que luchan los distintos actores que pretenden ejercer el control físico, social, económico y político del territorio. Actualmente, implica la interacción entre factores biofísicos y antrópicos, es un constructo social, con dimensión espacial y temporal, y sus límites o extensión reflejan el resultado de procesos histórico-económicos, dinámicos e inestables que cambian conforme se modifican las relaciones y estructuras de poder entre las sociedades. También hace alusión a la "dimensión territorial y temporal" de los fenómenos económicos, políticos y sociales, por eso, se utiliza en la planeación, organización o gestión del territorio. Tiene un marco teórico y práctico que permite considerar aspectos cualitativos como la percepción e identidad territorial, y cuantitativos que sustentan la función de herramientas requeridas para una adecuada organización territorial.

Noción polisémica que toma diversos sentidos desde las ciencias políticas, como para la ecología, o el ordenamiento urbano y territorial, entre otras. Estas perspectivas tienen en común que el territorio es un constructo socio-espacial siempre asociado al poder, que integra a la vez un componente material y simbólico, y que se construye y actualiza continuamente por los individuos o los colectivos (re-territorialización) contribuyendo a la construcción de su identidad.

Una de las fuerzas de la categoría de territorio es su naturaleza multiescalar, lo que permite una flexibilidad teórica y metodológica, tanto como recurso analítico como instrumento de política pública. La territorialización es el proceso que pasa por tres vectores: la apropiación, la delimitación, y el control del espacio tanto por el individuo en su esfera de vida cotidiana, como por un estado nación, o por una corporación.

Si bien, el territorio está normalmente asociado con espacios en forma de áreas continuas y de contención, la territorialidad de individuos y colectivos puede presentar formas discontinuas y reticulares, tomando también múltiples modalidades que van desde los de tipo político administrativo, pasando por el territorio de influencia geopolítica, hasta los territorios de organizaciones sociales de naturaleza más dinámicas, porosas y difusas.

Desde el derecho se alude a uno de los tres elementos constitutivos del Estado mexicano: pueblo, territorio y gobierno. Se trata del espacio físico donde se asienta su población y donde se despliega el poder público y se ejerce la soberanía nacional.

El territorio se refiere al ámbito espacial de validez de las normas jurídicas, con un efecto doble: al interior, es el lugar definido donde la autoridad pública ejerce sus funciones; y, al exterior, expresa los límites de dicha acción frente a otros estados.

Con base al territorio se define el ámbito espacial de los distintos órdenes de gobierno sub-nacionales; sin perder de vista que cada uno tiene injerencia únicamente en las materias de su competencia. En ese arreglo institucional, más allá de su ubicación espacial, en México, la mayoría de los elementos clave quedan a favor del gobierno central o federal.

Territorio, suelo, tierra, propiedad, bien inmueble y otros conceptos que aluden al espacio físico se utilizan frecuentemente de forma ambigua. Territorio tiene una connotación jurídico-política primaria que lo diferencia. De esta forma, la propiedad en cualquiera de sus modalidades (pública, social o privada) es el resultado del ejercicio soberano del Estado mexicano sobre su espacio nacional.